Primero fueron los cielos infinitos, los mares abundantes, las altas montañas y los ríos tumultuosos. El espíritu de Dios flotaba sobre las aguas. Llegaron después los seres animados a poblar todo; y con ellos, radiante, apareció el ser humano, el cual habría caminos y esperanzas. La naturaleza estaba a su servicio, pero debía cuidarla, ella al tiempo intimidante. Así el ser humano halló refugio en las cavernas y bajo las piedras inmensas. O bien lo construyo por su propia mano y el barro y la piedra. Se juntaron los refugios y entonces nacieron las aldeas, los pueblos, las ciudades y las naciones.