Este libro se inscribe en la mejor tradición de la literatura erótica de Occidente. En estos relatos encontramos rastros del eros místico de El cantar de los cantares, huellas del desenfado libertino de El Decamerón, señales de las intrigas sexuales de Las relaciones peligrosas, vestigios de los abismos del deseo a donde nos empujaron Ana¯s Nin y Henry Miller. El moralismo pacato no tiene cabida en estas páginas.