Vivimos en una época en la que lo urgente desplaza a lo importante. Padres y madres corremos entre compromisos, pantallas y agendas saturadas, inten- tando cumplir con todo y con todos… pero ¿realmente estamos presentes para nuestros hijos?
El mayor acto de amor y formación que podemos ofrecerles no está en el cole- gio más prestigioso, ni en las actividades extracurriculares o en los dispositivos de última tecnología. Está en algo mucho más simple —y a la vez más desa- fiante—: el tiempo que compartimos a conciencia con ellos