Las sierras callan paulatinamente. Es sábado por la tarde
y da comienzo la paz entre las milicias de trabajadores, se establece
una tregua de dos días, el canto de los pájaros crece y los templos se
preparan para las celebraciones. Los obreros de enfrente vestirán
sus camisas y pantalones desproporcionadamente grandes, sacarán
sillones desvencijados a la planta baja de la obra en la que viven,
oiré sus risas y su ir y venir por la calle delante de las cristaleras
de colores de mi casa otomana que tanto me gusta.