A mediados de la década de los sesenta, tres jóvenes sacerdotes españoles, inconformes con el régimen franquista, optaron por unirse a los movimientos revolucionarios en América Latina. Trabajaron en parroquias de Bogotá y Cartagena, hasta que fueron deportados por sus actividades subversivas. Regresaron clandestinamente a Colombia para incorporarse al incipiente Ejército de Liberación Nacional (ELN) en cuyas filas había muerto un héroe, Camilo Torres Restrepo. De los tres, solo sobrevivió Manuel Pérez quien, más adelante llegaría a ser comandante de esa organización guerrillera hasta su muerte en 1998.