Hoy resulta poco discutible afirmar que Antoni Gaudí fue uno de los mejores arquitectos de su época –una generación a caballo entre los siglos XIX y XX–, sobre todo si además de considerar la calidad objetiva de su obra, damos importancia a la originalidad, a la invención creativa de nuevos elementos formales y a sus arriesgadas propuestas estructurales. Sin embargo, en el momento en que Ignasi de Solà-Morales realizó este profundo estudio de la obra gaudiniana, y a pesar de la abierta y definitiva crisis de los postulados del Movimiento Moderno, Gaudí seguía siendo cuestionado.