Lo que algunos filósofos ya habían advertido, que nuestra razón es incapaz de dotarnos de una imagen objetiva del mundo y de nosotros mismos, los neurólogos actuales lo han acabado de corroborar: lo que piensa el ser humano del mundo y de sí mismo es una ficción de su cerebro. No existe taller, oficina, escuela, empresa o universidad en la que no se exija ser creativo. Parafraseando a Descartes, ya no es la razón sino el talento creativo la cosa mejor repartida del mundo. Para el poder actual no hay problema productivo, demográfico o educativo que no tenga una respuesta imaginativa.