Cuando Elizabeth Pisani decidió incursionar en el mundo de la epidemiología, ignoraba que se dedicaría «al estudio del sexo y las drogas inyectables alrededor del mundo». Ello porque eligió enfocarse en la comprensión de una de las mayores pandemias contemporáneas, el sida. A través de años de investigación y trabajo de campo para la ONU con enfermos terminales, prostitutas infectadas, travestis frecuentados por respetables padres de familia, adentrándose en los submundos del comercio sexual de países como Indonesia para conocer de primera mano la compleja problemática, conoció la «industria del sida».