Berlin gustaba de clasificar en dos grandes grupos a los pensadores. Por un lado los zorros, para los que la realidad es compleja, inasimilable, diversa; por otro los erizos, para los que ha de existir un principio organizador que posibilite una explicación coherente de la pluralidad, un orden. Ian Shapiro se define a sí mismo como «aspirante a erizo», y este libro es uno de los capítulos de su viaje intelectual en ese sentido. Tal y como el título nos adelanta, en él encontramos teoría y práctica. Y, tanto en la una como en la otra, la pluma de Shapiro va más allá de los discursos habituales y obliga al lector a revisar presupuestos y a adoptar una perspectiva distinta a la establecida.