Autor | RODRIGUEZ ROMERO, NANA |
Resumen | era una ciudad cuyo nombre sólo fue conocido por aquellos que leyeron cierto libro consumido por el fuego en la biblioteca de alejandría.
sus calles eran círculos que se tocaban en un punto exacto, según la ubicación de las horas. las casas eran burbujas de plástico que respiraban cuando estaban habitadas por sus dueños. pasear por allí, bien entrada la noche, era como estar en medio de un gran jardín nocturno, lleno de crisálidas en pleno sueño.
los sitios de trabajo eran enormes edificios sin ventanas, rodeados de plazuelas donde florecían las expresiones artísticas de la época: escaleras que conducían a ninguna parte.
los oficinistas y empleados ya no marcaban tarjetas. al entrar depositaban su cerebro entre una gran máquina matriz que garantizaba la permanencia fiel en la institución. al salir se colocaban de nuevo su bien aceitado cerebro.
como cualquier ciudad del futuro que se respete, carecía de cementerios, ese lugar obsoleto y romántico que en lejanos tiempos existiera.
el detalle que más me llamó la atención era que en cada círculo de perímetro urbano había una especie de supermercado o tienda. al entrar en una de ellas, supe que eran carnicerías humanas.
colgados en ganchos se veían torsos, cabezas, hermosos muslos, centro de caderas, pechos, tiernos embriones, carnes fofas o turgentes para todos los gustos.
el hombre de la tienda se acercó con su delantal blanco, su cuchillo y una saludable sonrisa en los labios.
le compré el último cuarto de vísceras y media libra de corazón. |