Como un río que nos va llevando con su cauce al palpitar de su canto, la tonada de sus palabras, así nos va entrando la dulzura de su voz.
Entre las caracolas de ese caudal, estos poemas nos llevan de viaje a la antigua España, a un descubrir la añoranza en las vocales del tiempo y a una inmersión en la propia existencia del poeta, sus reflexiones más hondas, sus conclusiones más significativas: “Hay un resquicio / por el que pocas personas / se asoman: / la ambición de ser nadie”.
En medio del ondular de ese cuerpo de agua por la piel del mundo —como la propia vida que vamos recorriendo hacia la abertura del mar— en medio de sus palabras más sonoras, el poeta nos comparte su interés por resolver las preguntas más silenciosas: “¿Has visto caer / los versos / de la / palma / de / tu // mano?”.
Al leer estos poemas que plantean un habitar de la evocación en la propia piel del viajero, compartimos el deseo del poeta: “Quiero ser la herida/ el pigmento de la alforza, / para entender que / las únicas cosas que pueden perdurar/ en el tiempo/ son aquellas que nos enfrentan al abismo”.